28 Ene

DERECHOS DE AUTOR Y CONTROL FRENTE A BUYOUT Y PAGO DE UNA CANTIDAD A TANTO ALZADO: UN CASO CONCRETO

David, compositor europeo de música para cine y televisión, aprendió una dura  lección en su negociación con una importante plataforma internacional de streaming

David es un conocido y exitoso autor que compone música para películas y documentales desde hace más de diez años. En 2020, experimentó un nuevo tipo de negociación contractual con una gran plataforma internacional de streaming de VOD.

A David le pidieron componer la música de diversos episodios de una importante serie de televisión. Al inicio de las negociaciones, solicitó el guion para poder presentar algunos temas preliminares que permitieran a la empresa hacerse una idea de lo que tenía en mente.

Cuando recibió una respuesta positiva a estas primeras composiciones, comenzaron las negociaciones del contrato.

Durante años, David ha estado acostumbrado a unas condiciones que le garantizan lo que él considera una remuneración justa y, lo que es igual de importante para él, el control sobre los futuros usos de su música. Pero este nuevo contrato le pareció muy diferente.

Le ofrecían el pago por adelantado de una cantidad a tanto alzado muy inferior a lo que él acostumbraba y a lo que él consideraba como el justo reflejo del valor de su trabajo. Además, le proponían un contrato de publicación al 50 %, por lo que recibiría la mitad de la tarifa de derechos acordada. “Esto no me sorprendió, pero también me reclamaban todos los derechos sobre la utilización de esta música, no sólo para esta serie, sino para todas las otras plataformas y obras audiovisuales. Exigieron ser los propietarios de todo el material que yo estaba componiendo, para los fines que quisieran. Eso era algo totalmente nuevo”.

Los derechos morales y económicos en juego

Este tipo de contrato afectaría a los derechos morales y económicos de David, y le privaría de cualquier control sobre las obras derivadas o sobre la transformación de su música. Este tendría que renunciar a la titularidad de todas las pistas y texturas originales que hubiera creado. La plataforma podría utilizar su música en cualquier otra producción sin su autorización y encargar a otro compositor la creación de nuevas composiciones a partir de su obra.

Además, la compañía no le dejaría publicar su música en las plataformas de streaming, como había podido hacer antes con otros proyectos. Si hubiera sido posible, piensa que habría impedido a la compañía utilizar esta obra en otros lugares. David sabe que este enfoque tiene ventajas e inconvenientes a nivel económico, pero sobre todo hubiera querido poder elegir libremente el uso de su música.

“Obviamente, seguiría cobrando mi parte del 50% si utilizan mi música en otras producciones audiovisuales, pero se quedan con las pistas originales y pueden hacer un remezcla y utilizarlas para nuevas composiciones”.

Normalmente, David publica sus composiciones en forma de banda sonora por separado en las plataformas de música en streaming. “Me gusta el trabajo en equipo y colaboro estrechamente con el director y el productor, y luego publico algunas de mis composiciones en las plataformas de música“. Pero esto no le interesaba a este nuevo comprador, que quería para sí mismo todos los derechos sobre cualquier banda sonora futura.

“Es un nuevo nivel de control de los derechos al que no estoy acostumbrado. Pero son las empresas las que tienen el poder. Ahora todo el mundo quiere consumir contenidos en las plataformas de streaming, así que pueden aprovecharse de esto”.

“Es un nuevo nivel de control de los derechos al que no estoy acostumbrado”

“Para mí, esto es en cierto modo como venderme. Pueden utilizar todos los sonidos en los que yo he trabajado como música de librería. ¿Por qué tendrían que volver a llamarme para otra creación?

A pesar de su descontento con las condiciones que le ofrecían, el compositor se dio cuenta de que no iba a conseguir nada mejor en lo que se refiere a la titularidad de sus derechos. De modo que pensó que, si iba a renunciar a sus derechos, al menos debía recibir un pago por adelantado más elevado a cambio. Por lo tanto, siguió negociando con la ayuda de un agente experimentado, y la plataforma de streaming acordó pagarle un anticipo ligeramente superior.

David sintió que realmente no tenía otra opción que aceptar estas condiciones, porque ya había compuesto todos los temas principales, de modo que, si se hubiera negado a firmar, habría trabajado para nada. «Estaba claro que no podía hacer otra cosa. Lo único que podía hacer en este caso era exigir un pago por adelantado más elevado”.

David sabe que, en el mercado globalizado actual, los contratos buyout son cada vez más habituales. También sabe que muchos compositores prefieren la seguridad de un pago por adelantado que les garantiza una remuneración incluso si el programa o el documental no tienen éxito. “No soy un ingenuo y comprendo ese punto de vista. También sé que nos encontramos ante una nueva época, las cosas no son como antes”.

Los contratos buyout –que obligan a los compositores a trabajar bajo el régimen de obras «work for hire» en el que sólo reciben un pago único y ceden a la compañía todos los derechos de su música– siempre han sido más frecuentes en Estados Unidos que en Europa.

En Europa, los compositores suelen estar mejor protegidos, ya que pueden ceder sus derechos a su sociedad de autores (u organización de gestión colectiva) local, que les ayuda a negociar sus contratos y recauda los derechos de autor en su nombre. Este sistema garantiza al compositor el 100% de los derechos recaudados.

Sin embargo, esta forma de cesión podría ser “eludida” por el nuevo tipo de acuerdo de publicación al 50%, que exige que el compositor ceda la mitad de sus derechos a la plataforma de streaming o al productor.

David tuvo que negociar su contrato en el contexto de la pandemia de COVID-19, que forzó al cierre de las salas de cine en todo el mundo y obligó a los compositores de música para cine a buscar trabajo en las plataformas de streaming de vídeo.

“No soy un ingenuo, sé que soplan nuevos vientos. Pero debemos hablar más sobre esto”

Antes que perder el control sobre su música, el compositor dice que preferiría recibir una suma inicial más modesta, pero conservar sus derechos, aunque esto implique un riesgo financiero, ya que el proyecto podría no tener éxito en términos comerciales. Él compara esta experiencia con otro encargo reciente para un largometraje que se estrenó en las salas de cine. Además del pago anticipado, recibió derechos de la recaudación de taquilla, pudo publicar la banda sonora y conservó sus derechos para futuras explotaciones.

David considera que, para este proyecto de 2020, se vio obligado a firmar un contrato por el que renunciaba a los derechos de su música; «de lo contrario no habría conseguido el trabajo». Opina que se han vulnerado sus derechos morales, tanto como los económicos. “Podrían vender los derechos de mi música a otra empresa. Mi música podría aparecer en una película porno, y no tengo ningún control sobre ello”, lamenta.

David admite que no existe una solución rápida. “Sé que soplan nuevos vientos. Pero debemos hablar más sobre esto y comprender lo que está pasando”.

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